Literaria Escuela Normal 32
  Textos y Poesías enviados (año 2010)
 


La última Rosa Roja

Creo que fue así como pasó, hasta hace no mucho lo recordaba perfectamente detalle por detalle, pero decidí que lo mejor sería olvidarlo, y así lo hice, porque no es mucho lo que recuerdo, es mas prácticamente no recordaba nada hasta hace un par de horas cuando me topé con aquella señora de vestido azul y cabello rojizo a quien confundí con la protagonista de este hecho que había quedado en el olvido, pero que en realidad era una solterona que deseaba sentarse en el banco de la plaza a fumarse un cigarrillo.

Era el Noviembre de 1942, un sábado como cualquier otro, caminaba por las calles de mi ciudad, llevaba mi mejor prenda, un pantalón de corderoy color marrón tabaco con tiradores negros sobre una camisa color blanca y unos viejos mocasines marrones que ya estaban gastados. Había peinado mi cabello negro azabache hacia el costado con gomina y afeitado mi barba como siempre lo hacía en esas ocasiones.
Yo soy Jerónimo Medina, hijo de un jornalero rural y por ende también lo soy yo. Puesto que no vengo de la alta sociedad debo aceptar ciertas reglas y condiciones típicas de las diferencias sociales.
Como siempre, debía llegar antes de las tres de la tarde a la plaza, iba a encontrarme con ella, Magdalena de las Mercedes Rosario González del Solar, una aristócrata hija de terratenientes, tres años menor que yo y que había conocido cuando había trabajado en una de las estancias de su padre. Ella era una joven muy culta, bilingüe, tocaba más de tres instrumentos, había viajado por casi todo el país y si algo no le faltaba era pretendientes. Tenía un hermoso cabello rojizo, siempre recogido bajo una hermosa capellina, sus ojos color avellana se lucían en su tez blanca con algunas pecas en ella. Su sonrisa era cautivadora y su figura apetecible.
Le había mandado una rosa roja, esa era nuestra clave, cada vez que yo terminaba mis labores y volvía a la ciudad, para verla debía hacerle llegar una rosa roja recién cortada y ella ya sabía dónde nos íbamos a encontrar y a qué hora.
Me sentaba en uno de los bancos a esperarla y tres en punto estaba allí, llegaba en uno de los autos del padre, manejado por su chofer personal. Siempre estaba elegante con sus largos vestidos de terciopelo llenos de bordados y sus mejores joyas puestas.
Yo me ponía de pie para recibirla y luego la escoltaba alrededor de toda la plaza y luego a las cinco ella volvía a la finca de su padre.
Teníamos mucho en común, pensábamos lo mismo sobre política, economía, educación, aunque ella tenía más conocimiento sobre estos temas.
Ambos estábamos enamorados pero la diferencia de clase social hacía imposible nuestro amor, ella venía de una vida llena de lujos y debía casarse con un potentado como la sociedad lo decía, y yo solo tenía un sueldo de apenas unos pesos para los vicios más lo que mi patrón me quisiera dar, por lo que solo podíamos vernos en nuestros encuentros clandestinos y poco a poco me di cuenta que ella solo necesitaba amor verdadero y que estaba cansada de las reglas qué debía seguir, estaba harta de tener que ser siempre una muñeca de porcelana, siempre tan correcta, tan educada, ella deseaba ser libre, o por lo menos eso me demostraba.
A lo largo de varios meses que llevábamos frecuentándonos, siempre mediante nuestra clave, me sentía más enamorado de ella, pero el amor, el compromiso y esas cosas eran temas que nunca tocábamos, pero poco a poco vencí todo temor e incluso dejé de preocuparme por la índole social, y le declaré mi amor al final de nuestro último encuentro, y ella solo soltó unas lágrimas, aunque no creo estar seguro de porque, luego le dije que ya era hora de que regrese, que pronto le mandaría una rosa roja cuando pudiéramos vernos.
Un domingo me llegó una entrega, yo estaba preparando mi bolso puesto que a la madrugada partiría hacia una estancia a varios kilómetros de mi cuidad. El paquete contenía una rosa roja recién cortada y adjunta a ella una carta escrita en el papel más fino que yo haya visto obviamente provenientes de mi amada. Puesto que yo era él que enviaba la clave y siempre era un sábado aquello me sorprendió y debo decir que esperaba recibir malas noticias.
Abrí la carta y vi su impecable caligrafía en tinta azul. Ésta decía lo siguiente:

"Jerónimo:
              Debo verlo a más tardar hoy en el puente del lago.
Lo espero allí a las cuatro de la tarde. Por favor no falte.
                                                          Atte. Magdalena."

Miré en mi reloj de bolsillo, este marcaba diez para las tres de la tarde, aún tenía tiempo de asearme e ir a encontrarme con ella.
Llegué a las cuatro en punto como decía la nota y me apoyé sobre la baranda con la rosa roja entre mis manos.
Un par de minutos después llegó ella, tan fina y exquisita como siempre.
-Buenos días Magdalena, ¿Quería usted verme? - pregunté con toda cortesía.
-Si Jerónimo, le agradezco que haya venido, debo decirle algo. - contestó ella.
-Pues bien, aquí me tiene, ¿Que le aqueja? - pregunté mirando con ternura sus bellos ojos.
-No sé cómo decirle esto, es algo muy difícil para mí. - dijo ella desviando su mirada hacia el lago confirmando mi idea de malas noticias.
-No tenga miedo, dígame lo que me tenga que decir. - dije tratando de darle aliento.
-Verá, usted sabe que he disfrutado mucho cada encuentro que tuvimos, me gusta charlar con usted, que me vea como su igual, que le importe mi opinión, y debo agradecerle por todo, pero temo que ya no podremos seguir viéndonos. - respondió ella con tristeza.
-¿Por qué me dice eso? ¿Acaso su padre se ha enterado de todo? - pregunté.
-No, él no sospecha nada, es solo que creo que ambos sabemos que entre nosotros hay más que amistad, usted mismo me lo dijo en nuestro anterior encuentro, pero ambos sabemos que no puede ser... -
-¡Sí! ¡Si puede! - interrumpí - yo estoy dispuesto a todo, me enfrentare a quien sea por nuestro amor. -
-No, es imposible, yo no puedo casarme con usted. - dijo ella tristemente.
-Entiendo, está comprometida ya, su padre ha encontrado a alguien digno de recibir su mano. - dije con resignación.
-No, se equivoca, mi padre cree que aun no estoy lista para casarme, pero ese es otro tema, el verdadero motivo por el cual yo no puedo casarme con usted es porque usted es un simple peón y yo prácticamente una princesa, yo vivo en una vida de lujos, una vida que usted solo conoce en sueños y que nunca me podrá dar, y yo ya me acostumbré a esta vida, y no tengo intenciones de cambiarla. - su voz había cambiado, ya no era mi dulce Magdalena, ahora me hablaba como una condesa a su lacayo. - Nuevamente le agradezco por todo lo que vivimos Señor Medina, ha sido un gusto conocerlo.
Luego de decirme aquellas horrendas palabras que penetraron en mí como dagas asesinas se dio media vuelta y volvió a su coche. Vi como se alejaba en dirección a la finca con profundo dolor.
Fijé mi vista en el lago, tratando de analizar lo que había sucedido, mi amada, mi apreciada Magdalena, ¿Que le había ocurrido? sentí mi mundo venirse abajo, deseaba que me tragara la tierra, no podía soportar aquel cruel rechazo.
Un par de lágrimas se deslizaron por mi rostro. Miré en mi mano derecha, aun conservaba la rosa roja, la miré fijamente recordando cada momento feliz con ella y luego la arrojé al lago y vi como de alejaba de mí, tal cual lo había hecho Magdalena.
Me erguí y comencé a caminar de regreso a mi casa, aún tenía cosas por empacar antes de partir a la estancia dónde pasaría los próximos quince días.

Lo último que supe de ella es que se casó poco después con un tal Sanz de la Villa, según se tiene varias acciones en empresas internacionales y más tierras de las que puede administrar. Según dicen las malas lenguas él y Magdalena se conocen desde muy jóvenes y el siempre fue pretendiente designado por su padre.

Quizás sea cierto, quizás no, quizás en la vida de ella no fui más que una aventura, un recreo, una distracción para cambiar el panorama de una vida monótona a la que debía acostumbrarse. Solo sé que Magdalena es una más de las muchas aristócratas que ya he conocido, y eso me duele como una espina de rosa clavada en el pecho.

 Franco París Cardelli

Ex alumno 5to 1ra Ciencias Naturales- Egresado Promoción 2009

Yo y mi verdadero “YO

 Eugenia, es alguien que quiere superarse todos los días como persona e intelectualmente, mientras yo sólo soy un cuerpo grande con una mentalidad de niña que se sorprende a cada momento con las cosas más  imaginativas y geniales de la vida como personajes fantásticos literarios  y cinematográficos.
Eugenia, quiere mostrar a todos una madurez que yo aun no acepto porque no estoy lista. Tanto a Eugenia como a mí nos gusta la filosofía, sólo que a mi me gusta filosofar en privado, para conseguir respuestas y a Eugenia sólo le gusta para alardear con el conocimiento de ésta ante la gente.
A veces me cuesta comprender a mi “yo” y a mi misma. Eugenia, es alguien muy valiente, mientras yo me considero temeraria ante mi entorno.
Dependiendo el estímulo que reciba sale Eugenia o salgo yo.          

 Eugenia Llul – 5to 1ra. Humanidades y Ciencias Sociales      

escuela


son las 5 y 30 de la mañana
esta oscuro en la ventana
tengo tanto sueño, frio o calor
que ya odio al despertador
 
me levanto resignado 
con un extraño peinado
me cambio a desgano
con la ropa de invierno o de verano
 
después un desayuno equilibrado
miro la hora y salgo apurado
se me hizo tarde otra vez
otra tardanza voy a tener
 
en la esquina quince minutos de plantón
parece que los colectivos están en complot
para hacerme llegar tarde a mi institucion
y otra media falta para mi colección
 
entro rápido al curso con desesperación
por suerte el profesor todavía no llegó
y una reflexión linda y necesaria
me hace pensar en mi escuela secundaria
 
nunca faltan los amigos con sus bromas 
y sus consejos para estar mejor
nunca faltan las risas por algo que pasó
nunca faltan los grupos del tímido y el gritón
 
nunca faltan el inteligente y el copión,
los trabajos donde son ocho y solo trabajaron dos
nunca faltan las anécdotas del año anterior
nunca faltan las frases y dichos del profesor
 
nunca falta el que quiere llamar la atención
el que duerme en todas las clases sin excepción
y el termo, la bombilla y el mate 
nuestra única arma contra el hambre
 
nunca faltan los recreos, largos por propia disposición
nunca faltan las lecciones orales, dignas en invención
pero casi siempre falta el fotocopiador y los 5 pesos de cooperación
y a veces el cuaderno de comunicación
 
nunca faltan los estudiosos y los que viven de los otros
nunca faltan los mensajes en papeles para la comunicación
nunca falta el que la rema y el que es un ganador
ni el tímido, tampoco el hablador
 
nunca falta el colgado que vive en su mundo interior
nunca faltan las guerras de tizas, de papel o con el borrador
nunca falta el examen y el que estudia el día anterior
o aquel que el machete es su salvador
 
nunca faltan las mañanas de cariños
nunca faltan los enamorados y los novios
nunca falta el artista o el escritor
nunca falta el tenista o el adicto al fútbol
 
nunca faltarán los recuerdos de lo mejor
nunca faltará aquella que toma al por mayor
la que se ríe de todo y la del mal humor
los deportistas y los románticos
el músico y el medio sordo
el desaparecido y el chamuyador
 
nunca faltarán las chombas, las camperas y los viajes de egresados
nunca faltarán los juegos de cartas, la bandera y los trabajos copiados
nunca falta el delegado y el mejor compañero que está en todos lados
y el último dia, la colación y la recepción nunca serán olvidados
 
tal vez estar en ese aula fue hace tiempo en el pasado
pero como quisiera volver a ser ese niño de antes
para poder aprender lo que no entendí de grande,
para volver a encontrar amigos y rumbos
para que nos demos cuenta, que fuimos creciendo juntos.

y si hay algo que puedo decir es que ames con locura
que vivas tus sueños y no pierdas la esperanza nunca
que rías hasta no poder más y vivas al máximo
que nunca te olvides de decir te amo o pierdas el ánimo
que siempre trates de ser feliz y que aproveches tu tiempo 
para tranformarlo en los mejores recuerdos.
porque cuando llegue el fin del viaje
ellos seran nuestro único equipaje.
 
haz de tu vida una hermosa anecdota 

Julián Faría. 5to 1ra. CN  (egresado año 2010)




La luna caerá desde lo alto
                                    los árboles  prefiguraran una noble canción
                                    ríos  inagotables de humana redención...
                                    estelares equipajes de partidas.
Un poeta, una gran pluma ha partido...
y cada vez que abra mi única Biblia:
tu evangelio...
tu Jesucristo que es mi Jesucristo
tan humano tan amado tan apasionado
tan crítico de todo lo existido...
tan sandalias de tierra y amores carnales de Magdalena,
vendrá a mi conciencia 
tu conciencia y entablaremos 
este mutuo diálogo José
y podremos acercarnos al cielo de tu Patria
muelles de pescadores y mares mojados de saudades
ser estrella, cielo, pajaro, vendimia, imagenes...
por tu corazón de escritor
cuestionado por los de corazones fríos
y tanta camisa negra suelta que anda por ahí 
por tu muerte que hoy es una piedra
de sol en la vida de los poetas...
mi evangelio tu evangelio,
el amor a las gentes
sin mirar las hipocritas almas
que pululan por el universo
sin que el sol aún hoy se detenga
no se detiene por nadie, menos aún por un
palabrero tan bueno como tú...
y te sigo y te demando aún
la maravillosa narración del descubrirte en la adultez
casi como el cuento mágico de pequeña...
en esa forma ininterrumpida de voces
alcanzándome...dejándome alcanzar
 iluminandome entera con la historia que me embarga...
las sendas de los mares y las sales...
 mujeres hombres pueblos
ahora ahorita en la tarde de donde cae todo remanso
tu inolvidable certera verdad hecha escrito texto filosofía
inclaudicable vertedor de manatiales maravilladores...
No...José no tan pena, sólo así como un abrazo
de iluminada lágrima por estar sentada a la mesa 
de tu inagotable imaginería literaria...
                                                                                     Mónica Laurencena.








 
 
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