Es una fresca mañana de finales de verano. Anoche ha llovido y un persistente viento sur enfría el aire. Me he levantado a las 9 am con intención de continuar.
Me falta mucho para llegar a hacer cumbre. Hace dos días que estoy escalando.
Cinco días después logro llegar a mi meta. En el instante en que me disponía a descender unos extraños me detienen, me drogan y me secuestran. Cuando despierto, estaba en un laboratorio, adentro de un gran frasco de vidrio.
Luego llegan dos mujeres con guardapolvos blancos, unas especies de atromizadores en las manos y unas escafandras. Destapan mi gran frasco, me apuntan con el atomizador y me rocían con un líquido. Me empecé a sentir débil y sentí que mis pulsaciones bajaban. Me estaba muriendo
Lo último que pude escuchar de esas asesinas fue “el insecticida funcionó de maravilla. Ahora ningún insecto caminará por las paredes”.
El teléfono sonó una vez más, 5:55 am. Como todos los días hacía ya un largo tiempo… la voz sólo dijo “Luciana”, en un susurro débil, ansioso, perturbador, como si eso debiera bastarme para recordarla las siguientes 24 horas.
Todo empezó hace un año, un domingo, tal como hoy cuando placenteramente descansaba en casa. Él llegó ebrio, malhumorado, gritándome son sus ojos inyectados en rabia queriendo golpearme. Hoy, no… no se lo permitiría…
Me acerqué, sigilosa, ligera, sin producir el más mínimo sonido y le disparé en el lado izquierdo de su espalda; cayó al piso, se volteó y pude ver en su rostro cómo se le escapaba la vida. Me deshice del cadáver tal como lo había planeado, lo enterré en la profunda fosa que había cavado durante la mañana.
En ese instante me estremeció un sentimiento de absoluta paz y comprendí que allí comenzaba a vivir. Todos me vieron renovada, me sentía extraña, no tenía de qué preocuparme.
Me mudé y empecé una nueva vida, dejé mis trabajos, mi familia, mis amigos. Renové mi entorno, pues, luego de un tiempo de producido aquel “accidente” un sentimiento de culpa se apoderó de mí. Fue en ese momento cuando empecé a recibir las llamadas, al principio creí que sólo eran producto de mi mente, pero comprendí que eran reales, tan reales como yo…
Cada día sonaban tres veces las campanas de mi teléfono, luego aunque no atendiera, dejaba de sonar y se escuchaba una tormentosa voz que decía mi nombre y se perdía lentamente en un fúnebre silencio y por un minuto, eterno para mí, parecía que mi habitación se oscurecía, y mi corazón detenía su ritmo para retomarlo casi sin querer su movimiento habitual…
Trato de escapar, viajo, duermo en casa de amigos, en la calle, desconecto todos los teléfonos, pero siempre sucede, aunque nadie lo note…
Llevo un mes sin comer y muchos más sin poder descansar, me he vuelto pálida y antisocial, no hablo con nadie más que conmigo misma.
Los días transcurren y siento que “algo” se adueña de mí…
Una vez más escucho esas companas, parecen retumbar en mi cabeza, luego de tres veces dijo mi nombre pero esta vez continuó hablando, “Luciana, por fin ha llegado mi momento”. Sentí un viento helado entrar a mi dormitorio, pasos que se acercaban a mí, solo corrí (por el cansancio de mis piernas creo que fueron varios kilómetros) una rama se interpuso en mi camino aunque creo haber sentido una mano que me atraía hacia el piso; caí, tenía un arma apuntándome en la espalda, como si surgiera de ese piso, otra en la sien, podía sentir, fría, imperturbable. En un segundo disparó, pude sentir la bala atravesando mi cabeza, mi corazón dejó de latir y mi respiración se detuvo por completo.
Vi entrar a los paramédicos, según decían, mi vecino los llamó al verme correr desesperada. “Suicidio” dijeron cuando pusieron mi cuerpo ya sin vida dentro de una bolsa negra…
Hoy sigo aquí, atrapada en mi casa, siendo su esclava y escuchando cada día lo mismo “Sabía que no ibas a soportar estar sin mí…“ repitiéndome una y otra vez la misma frase…“no hay nada más peligroso que la culpa”.
Segundo Ciclo
Primer Premio en Lírica
Seudónimo: Dorian Wilde
Alumno: Andrés Emiliano Bertoldi – 4to 2da CAD
En mi cuaderno
En mi escritorio y
Los árboles.
En la arena y
La nieve,
Escribo tu nombre.
En mi alma
En mi ser
En mi pecho
En la libido
Y el tiempo
Escribo tu nombre.
Con mi vida
Con mis matices
Con mis lágrimas
Y mi padecer en los abismos
Escribo
Pronuncio tu nombre.
Con dolor
Con desesperanza
Con pavor
Y el alma helada
Te recuerdo
Recuerdo tus labios
Tu sonrisa
Tus ojos
Y tu pelo
Pero no tu voz.
Desgarra.
Mutila.
Desgarra.
Tu despiadada respuesta
Tu mortal lanza
Oxidada
Asesina.
¡Tus palabras!
Filosas
Implacables
¡Han cortado mi camino!
Padezco ahora
Las heridas más severas
Tu inocencia
Homicida
Condena
Tortura
Mi ambigua existencia
Te harás presente
En lo oscuro
De mi mente
Y te disiparás
En la luminiscencia
De una realidad
Irreal
Tortuosa
Infiel
Tu existencia
Tu inocencia
Tu maldad
Invocarán
Los más perversos
Demonios
¡Y moriré!
Una y otra vez.
Marchito
Me desangraré
Explotará mi ser
Pero aún así
TE AMO
Mención especial
PALABRAS
Hay palabras hirientes, que deseosas de libertad, escapan de una boca distraída, aprovechando un descuido, eluden los dientes y caen de los labios que las mantenían cautivas, que pueden arrepentirse y excusarse por haberlas liberado.
Se recomienda tener mucho cuidado con estas prófugas, pues son muy peligrosas, y su efecto es devastador si llegan a algún oído, que al contrario de las bocas son atentos y están a la espera.
Lo digo porque suelo ser el oído atento, que escucha, aunque no quiera escuchar, las palabras que se dicen, aunque no quieran ser dichas; y le aseguro, señor lector, que no es fácil dejarlas ir, olvidarlas.
Buscan salir de mí, y su estrategia es convertirse en lágrimas. Van cayendo de mis ojos, como en un reloj de arena, de a poco y sin prisa, hasta que llegue el día en que por fin les devuelva su libertad, y las olvide, para siempre.
Leonardo J. Martín – 5to 1ra. CAD
Certámenes Literarios 2009:
Certamen Literario de Narrativa<.
“Prof. María Dolores ROJAS de TORREGIANI”
Organizó Escuela de Enseñanza Media 440 “Simon de Iriondo”
Subimos la narración ganadora de este concurso, que pertenece a una alumna de nuestra escuela..
AMORES QUE MATAN, NUNCA MUEREN
La tarde en que esa mirada la penetró, tuvo la certeza de que la acompañaría a la tumba. Era de un hombre joven, tal vez más que ella. Esos ojos se sosegaron en su pelo, en su boca, en sus senos, en su piel y cultivaron una obsesión enferma, parecida al amor.
Al principio notó verlo todos los días, y con el tiempo aquellos encuentros se hicieron más asiduos.
Lo veía en la mañana en la parada de ómnibus, durante el viaje, en el trayecto a pie al trabajo, en la oficina, a la tarde, en su regreso en subte, en la estación, detrás de ti, delante suyo, arriba, abajo, por todas partes, en el edificio, en el ascensor, y hasta en sus sueños.
Para aplacar el miedo que le producía aquella persecución se convenció de que se trataba de algún vecino nuevo. Pero esa tranquilidad forzada se esfumó cuando, una noche al cerrar las persianas del balcón de su casa, lo descubrió parado en la vereda de enfrente, mirándola. La obsesión de ese rostro la obligó a gritar. Cuando volvió a mirar a los pocos segundos, la calle era tan solitaria como la noche, por lo que sintió estar enloqueciendo.
Esa noche, ante las pesadillas, prefirió no dormir.
A la mañana siguiente, con el cansancio convertido en debilidad, partió a su trabajo. Otra vez volvió a ver aquella cara en todas partes, escabulléndose entre la multitud para evitarlo.
Había planeado hablarle, preguntarle quién era, dónde vivía. Pero su proximidad le producía pánico.
En la tarde fue a un bar. El camarero le trajo un café acompañado por una servilleta con su nombre, y le explicó que se la mandaban desde otra mesa, la cual ya había pagado su pedido. Agradecida no pensó quien pudiera ser, que conociera su nombre. Extendió la servilleta y halló un dibujo de su propia cara. Tenía una expresión de horror que jamás había hecho. Se volvió con el propósito de ver quién estaba en la mesa que el mozo le había indicado y la encontró vacía, aunque supo que era él.
De regreso no lo vio, pero el hecho de saber que él conocía su nombre, la intranquilizaba. No cenó, llegó y se duchó. Hizo esto sin saber que le esperaba lo más terrible de su vida.
Al abrir las sábanas de su cama para recostarse encontró sobre un papel el mismo dibujo de la servilleta, al tiempo que sintió aquellos ojos clavándoseles en la nuca. No alcanzó a gritar cuando el hombre la sujetó casi asfixiándola. Forcejearon durante un minuto. La fuerza de ese amor que pretendía poseerla no le permitió liberarse.
Al fin logró escabullirse de sus brazos y sin razonar corrió al balcón. Se descubrió atrapada. Lo miró. El venía detrás. En un instante de desesperación y temor, que le anudaban la garganta y no le permitían gritar, puso fin al sufrimiento.
Nadie supo por qué se suicidó. Había sido una mujer tranquila, acostumbrada a la soledad, que no mostraba problema alguno.
No tenía familia hacía mucho tiempo y no era imprescindible en ningún lado, por lo que su muerte no significó más que una nueva conmoción e incertidumbre entre sus conocidos.
Su muerte sólo fue la perdición para un hombre. El mismo que le llevó flores a su tumba diariamente hasta su muerte. El mismo que se desgarró de llanto y desesperación ante la pérdida de ese amor que no conquistó. El mismo en cuya invulnerable profundidad de sus ojos se escondía la noche.
Luisina Marconi (ALBA)- Primer premio. Ciclo Superior
Viernes 12 de Junio de 2009: " Certamen literariode narrativa breve Lermo Rafael Balbi" Lugar: Biblioteca de la UCSF ( Universidad Católica de Santa Fe).
La Jornada, bajo el lema Sueño con un mundo de paz y esperanza, fue organizada por el Taller Literario San Lucas, dependiente del Área de Cultura de la Universidad Católica de Santa Fe y por la Asociación Cultural Israelita Argentina I.L. Peretz…
Para que Nunca Mas se repitan aberraciones de este tipo
Para que los niños del mundo puedan gozar de un futuro seguro, feliz y dichoso
Porque celebramos la Vida
porque tenemos esperanza
Porque soñamos con un porvenir digno de ser vivido por todos, sin miedos, preocupaciones ni angustias.
Porque el mañana les pertenece
porque las creaciones tienden puentes
La convocatoria, como todos los años a partir del 2005,
fue para estudiantes de 5tos. Años
que realizararon escritos creativos con un mensaje
que exaltó los valores de la paz, la convivencia, el respeto y la solidaridad, a partir de
enunciados pertenecientes al Diario de Ana Frank .
Biblioteca de la UCSF donde se realizó
el certamen
Los alumnos que participaron del Certamen:
Daniela Escobar 5to 2da CAD Noelia Villanueva 5to 1era Hum y Cs. Gonzalo Arce 5to 1era Hum y Cs. Quintana Maia 5to 2da Hum y Cs. Junto a la profesora de lengua Silvina Pinciroli que acompañó a los alumnos-.
La experiencia de que tuvimos de este Certamen fue
muy enriquecedora, no solamente porque pudimos expresarnos de la manera que más nos gusta, sino que también conocimos muchos chicos de diferentes escuelas que estaban allí por la misma causa que nosotros, queriendo aportar con nuestras ideas creativas apoyados en el lema de "Sueño con un mundo de paz y esperanza".
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